A medida que avanzan las semanas, empieza a haber cada vez un mayor nivel de profundidad en los análisis económico-financieros, que muestran indicios del enorme impacto que está por llegar.
Durante la crisis anterior, entre los años 2008 y 2013, se estima que desaparecieron unas 160.000 empresas. Sólo desde febrero de este año 2020, McKinsey estima que han cerrado ya unos 85.000 negocios (la gran mayoría de menos de 5 empleados), un 53% de la cifra anterior alcanzado en sólo 8 meses. Esto implica menos puestos de trabajo, menor crecimiento económico, menor capacidad de ahorro en las familias y, en definitiva, mayor pobreza para todos.
Frente a este difícil contexto económico y social, el Gobierno español presentaba hace un par de semanas el «Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía española», donde se hacía especial hincapié en el «Plan España Digital 2025«.
Y es que, ante este aciago panorama, la Transformación Digital surge para muchos como la gran salvadora. Aunque lamentablemente, en ocasiones el abuso de un término difumina su valor, y su repetición mecánica puede convertirlo en un cliché.
Sin duda, es necesario para nuestro tejido empresarial evaluar y redefinir su modelo de negocio, para tratar de mejorar e impulsar su competitividad. Pero resulta crucial hacerlo bien, generando cambios sustanciales que generen ventajas competitivas sostenidas en el tiempo, y no simplemente aplicar cambios cosméticos para quedar bien de cara a la galería.
Cuando hablamos de Transformación Digital, hablamos de repensar antiguos modelos operacionales, de experimentar más, de volvernos más ágiles y de ser adaptativos para poder responder a clientes y a la competencia. A través de la Transformación Digital se busca automatizar procesos de negocio, para depender menos de labores manuales que impactan en posibles errores y en desperdicios de tiempo y capital.
Existen directivos que asocian meramente Transformación Digital al concepto de «oficina sin papel«. Sin embargo, la Transformación Digital va mucho más allá. Se trata de cambiar la cultura corporativa, haciendo que las interacciones de todos los colaboradores resulten más sencillas (orientarse a equipos multidisciplinares en lugar de a depender de jerarquías departamentales), poniendo al cliente en el centro de todas las reflexiones y haciendo uso del Dato como elemento clave para la toma de decisiones.
Hoy en día oímos muchas disciplinas tecnológicas en cualquier discurso sobre Transformación Digital, desde la Inteligencia Artificial y el Machine Learning hasta el Blockchain, pasando por la automatización RPA o la adopción del cloud híbrido, entre muchas otras.
Pero generalmente la Transformación Digital es mucho más sencillo. Se trata de actualizar la forma de entender los negocios, de cambiar la forma de hacer las cosas y de basarnos en herramientas tecnológicas,… sin perder el verdadero foco ni distraernos por las novedades técnicas. Para ello, es necesario un liderazgo eficaz y un equipo directivo cohesionado.
Instaurar una cultura de innovación en una organización no es meramente una cuestión técnica. Es importante un esfuerzo constante por parte de la directiva para ser pacientes y asumir como normal el desorden. Porque instaurar una cultura de innovación es todo lo contrario a una situación estable, donde está perfectamente claro dónde están los límites de cada rol y de cada puesto de trabajo.
Por el contrario, en un entorno de innovación debe existir un cierto margen para convivir con la incertidumbre, porque no puedes pedirle a la gente que emplee horas trabajando como siempre lo han hecho, y al mismo tiempo que sean disruptivos. Simplemente no tiene sentido, porque lo que buscas con procesos de innovación es dejar de comportarte como siempre lo has hecho, y alejarte del «comportamiento normal» que existe en otras empresas de tu mismo sector, generando una ruptura con lo «establecido», alejándote del isomorfismo. Porque la búsqueda de la eficiencia operativa y la cultura de la innovación, a veces, van en direcciones opuestas… lo que en momentos como éste, puede resultar una dicotomía muy difícil de gestionar.
Abordar la Transformación Digital puede resultar uno de los proyectos estratégicos más relevantes que tendremos en esta nueva época que ha comenzado en el año 2020, y que algunos ya se han animado a bautizar como la Era del Desorden. Sin embargo, no debemos asumir este tipo de iniciativas cayendo en el error de que es meramente una cuestión de inversiones económicas para obtener soluciones tecnológicas «llave en mano» y que mágicamente vayan a hacer las organizaciones más competitivas.
La Transformación Digital va mucho más allá, donde el segundo término («digital«) es el adjetivo que describe cómo debemos asumir lo verdaderamente importante: «t r a n s f o r m a r«. Y para poder llevarlo a cabo, se requiere -ante todo- un enorme liderazgo.
Imagen bajo licencia Creative Commons. Fuente: Hartness Library