El cambio de año es la ocasión más común para hacer balance personal, revisar lo que ha ido bien y lo que no ha ido tan bien. Es además la oportunidad de plantearse objetivos para el año que comienza, ¿pero es eso lo más adecuado?
Dice Scott Adams en «How to Fail at Almost Everything and Still Win Big» que marcarse objetivos es de gente cutre. Que lo ideal es trabajar en definirse sistemas. Que la dinámica del proceso es lo que realmente importa, y que los posibles outcomes deben ser la consecuencia y no la meta que nos marcamos
Por otro lado, Rumelt dice que un error habitual en definir las estrategias de las organizaciones es confundirlo con goal-settings. Si esto es malo a nivel corporativo, ¿cómo no puede serlo a nivel personal?
Que no me digas que vas a perder veinte kilos de aquí al verano, Jose Luis. QUE ME DIGAS COMO LO VAS A HACER. Que decir eso no es una estrategia, eso es wishful thinking.
— Javier G. Recuenco (@Recuenco) May 7, 2022
Por ello, ¿no nos equivocamos al ponernos objetivos de tipo «hito» o «logro» por el inicio de año? ¿No deberíamos marcarnos como meta el sistematizar una dinámica personal (hacer deporte 3 veces por semana) en vez del resultado deseado (bajar 15 kg)?
Y en base a lo anterior, ¿no convendría entonces marcarnos hitos periódicos (una vez por semana, una vez al mes) para -en lugar de revisar el cumplimiento o no de resultados- comprobar que estamos interiorizando una dinámica que va en línea con nuestros propósitos?
Tal vez dentro de la aproximación de los OKR, podemos variar un poco el enfoque que habitualmente se le da. Tal vez pueda mantenerse la «O» para establecer objetivos deseados, pero modificar los «KR» para medir si estamos instaurando de forma efectiva sistemas relacionados con dichos objetivos. Es decir, no medir consecuciones parciales de la meta final, sino medir si está habiendo cambios de comportamiento o de hábitos de manera efectiva.
Por ello, este año he querido marcarme un cambio en mi dinámica personal. Mantengo la necesidad de establecerme hitos u objetivos personales (en el ámbito profesional y en el privado), fundamentalmente para tener un horizonte, un «Norte» al que apuntar. Pero comenzaré a aplicar revisiones periódicas de sistematización de hábitos.
Para llevar esto a algo más concreto, pongamos un ejemplo. Imaginemos que deseo bajar 15 kilos de peso (no es el caso, pero sirve como ejemplo ilustrativo). Esa seguirá siendo la meta a conseguir, pero en lugar de descomponerla para revisiones periódicas (por ejemplo, revisar si cada mes estoy bajando 1,25 kg), podemos establecer un sistema alrededor de ese objetivo. En el caso de pérdida de sobrepeso, el sistema que decido implantar va relacionado con modificaciones en mi estilo de vida: haré ejercicio 3 horas a la semana, aplicaré ayuno intermitente y eliminaré el azúcar añadido en la dieta. De esta forma, la revisión semanal se centrará en comprobar que dicho sistema está implantándose o no (es decir, cada semana compruebo cuántas horas de ejercicio semanal he realizado, cuántos días he realizado un ayuno de más de 12 o 14 horas y cuántos días he aplicado el «0 azúcar añadido»).
Cada año tenemos la oportunidad de hacer un breve parón y definir hacia dónde queremos ir (aunque en realidad, es algo que podemos hacer cada día… pero el cambio de año actúa como excusa). Tal vez los cambios con mayor impacto son aquellos que nos hacen aspirar, no tanto a obtener ciertos resultados puntuales, sino a instaurar ciertos hábitos y conductas sostenidas en el tiempo.
Imagen bajo licencia Creative Commons. Fuente: BazaarBizarreSF