No se trata de ti, matemático gilipollas. Se trata del chico
(El Indomable Will Hunting)
Una de las escenas que más resuenan en mi cabeza de la magnífica película «El indomable Will Hunting» es cuando los dos personajes de apoyo para el protagonista, el profesor matemático Lambeau (Stellan Skarsgård) y el psicólogo Sean (Robin Williams) discuten entre sí. Aunque los dos tienen la intención de ayudar al protagonista a mejorar su vida, viejas rencillas personales y -sobre todo- motivaciones personales les diferencian.
Y esa frase, en la que el personaje de Robin Williams le pide al de Skarsgård que deje de pensar en sí mismo y empiece a pensar en lo que realmente beneficia al chico, aún resuena en mi cabeza después de tantos años.
Con frecuencia nos encontramos con que, de forma consciente o inconsciente, incrustamos nuestros intereses personales en lo que hacemos, hasta el punto de que nos demos cuenta o no, rigen nuestras acciones, marcan nuestras prioridades y hasta sesgan nuestras percepciones. Parece que estemos programados para pensar en nosotros mismos por encima de todo.
No se trata de una reflexión nueva, y hay quienes opinan que este comportamiento es biológicamente instaurado, ya que nos ha permitido sobrevivir como especie. Richard Dawkins en su obra «El gen egoísta» viene a explicarnos que en el fondo nos somos más que un vehículo para continuar transmitiendo nuestra genética. Bajo su enfoque, nuestra personalidad y nuestro cuerpo no son más que meras máquinas o instrumentos para que nuestro ADN sobreviva por lo que, partiendo de esa base, nuestros genes marcan mucho de nuestro comportamiento. Con esa premisa, puedes respirar aliviado: no es que seas imbécil, es que tus genes te han hecho así.
Sin embargo, en el otro extremo del espectro tienes otro dato interesante: la gran mayoría de las grandes figuras históricas han manifestado tener aspiraciones mayores a sí mismas. Las personas que más inspiración nos generan son aquellas que han dejado su ego a un lado. Se entregan en cuerpo y alma a un bien superior, a un ideal que excede sus personalidades y que trasciende. Podemos mencionar a Abraham Lincoln, a Mahatma Gandi o a Nelson Mandela, por enumerar a algunos de ellos.
Ego y Liderazgo
Jim Collins, en su excelente libro «Good to Great» (lectura recomendable), expone que una característica crítica de lo que él califica como «Líderes de Nivel 5» es la capacidad de mantener el ego a raya. Curiosamente, para el profesor Collins estos líderes son «personas muy normales que sin embargo generaban resultados extraordinarios». Personas que combinan una gran humildad personal con una fuerte voluntad profesional.
Marco Aurelio, en su célebre obra titulada Meditaciones, también expresa que la fuente de la felicidad radica en atender la auténtica naturaleza del ser humano, consistente en atender a un bien superior. Lo que te satisface a ti y no al otro, explica, no es digno de hacerse. Según el emperador y filósofo romano, los seres humanos hemos sido constituidos para ayudarnos mutuamente (Meditaciones, Libro VII, 55).
La conclusión que motiva este post es que es posible ser un líder exigente y ambicioso, pero al mismo tiempo poner más foco en el éxito de los proyectos que en tu propio enriquecimiento, en tu cuota de poder o en tu renombre personal. Si dejas tu ego al lado, es probable que avances más y consigas resultados mayores a largo plazo. Y de paso, es probable que dejes de ser un capullo.
De hecho, mi experiencia personal como consultor tecnológico durante una década viendo multitud de compañías me ha permitido observar cómo la presencia de un ego descomunal ha contribuido en gran medida a la mediocridad continuada de esas mismas compañías. Pero irónicamente, el equipo directivo busca vanamente resolver a través de un programa informático lo que es un problema de liderazgo penoso.
La única forma de resolver esta situación es plantearse a nivel personal cuánto peso tiene realmente tu ego (tus miedos, tus orgullos, tus dudas, tus necesidades de poder, tu codicia,…) en lo que haces. Hace falta un trabajo interno de honestidad, y un diálogo constructivo con los demás, para poder derrotar al ego.
Recuerda: no se trata de ti.
Ego y Empresas
Es frecuente pensar que esto sólo ocurre al más alto nivel de dirección, pero nada más lejos de la realidad. Ocurre en todos los niveles de la organización, en todas las áreas o departamentos.
En el ámbito de marketing, resulta muy común ver propuestas de valor en las que se hace un énfasis excesivo en características o funcionalidades que, francamente, al cliente le importan un bledo.
Para muestra un botón: a continuación muestro un anuncio reciente que me salió en YouTube.
Como posible comprador de este producto, ¿cuánto contenido del anuncio es relevante para mi decisión? ¿Por qué no hay referencia clara al contenido del libro? ¿Las ilustraciones que se muestran son del propio Tolkien o son de la hija de 5 años de Peter Jackson? ¿El texto contiene entrevistas o datos que no pueden consultarse en otras obras, o es un recopilatorio de artículos de otros autores? Y lo más importante, ¿qué demonios me importa a mí el proceso de impresión?
Nota: Aprovecho para mostrar aquí mis mayores respetos al equipo de cARTEm BOOKS. No tengo ninguna duda de que tienen que ser una empresa excelente, y probablemente el libro sea espectacular. Pero sigo pensando que este anuncio presenta un problema terrible de enfoque, haciendo énfasis en aspectos que el consumidor no comprende, no sabe apreciar o directamente no le importa.
En cambio, veamos este otro vídeo, que también obedece a un anuncio reciente que tuve que soportar en YouTube.
Aquí se observa un claro énfasis en el cliente: en sus necesidades y en sus expectativas. Deja muy claro para qué sirve el producto, qué valor aporta y qué soluciona. No me muestra lo duro que ha sido programarlo, ni me enseña una sóla imagen de algún desarrollador presumiendo de lo elegante que es su código. Va directo al grano, no se centra en la propia empresa, sino en el cliente. No presume, sino que muestra.
Recuerda: a tu cliente le importa un bledo tu empresa. A tu compañero de trabajo le importa un bledo tus preocupaciones y tus problemas. A los miembros de tu equipo lo mismo. Y a tu jefe ni te cuento. Dile a tu ego que se baje del escenario. Porque no se trata de ti.
Ego y Trabajo en equipo
El ego es una enorme fuente de conflictos profesionales, y sobre todo de fricciones. Y como el ego de los demás no puedes controlarlo, sólo te queda tratar de controlar el tuyo.
Existen multitud de situaciones donde los egos afloran. Reuniones de equipo y comités de dirección donde predomina la política y la falta de colaboración real entre sus integrantes. Líderes que rechazan datos y evidencias, porque eso les afecta al orgullo y anteponen el tener razón por encima de todo. Empresas que presumen de sus recursos o de sus activos sin preguntarse si es lo que realmente valora el mercado a la hora de seleccionar sus productos. Departamentos que presumen de sus procedimientos sin pararse a preguntar si realmente sus clientes (externos o internos) están obteniendo el valor que deberían realmente recibir.
Directores que argumentan que su ámbito es el más importante (ya se trate de Ventas, de Seguridad de la Información, de Finanzas o de cualquier otro), cuando en realidad lo que transmiten es que su voz tiene que sobresalir sobre las demás de la sala.
Programadores que se aferran a prácticas de desarrollo buscando excusas para no cambiar, porque aunque hablan de las bondades de X función realmente están pensando en ellos mismos. Directores que hablan de personas o de rentabilidad, pero en realidad hablan de su cuota de poder. Responsables que hablan de procedimientos de trabajo, pero que en realidad hablan de reinos de taifas, de silos enfrentados. Clientes que hablan de sus necesidades personales, pero lo disfrazan como necesidades de las empresas para las que trabajan. Empresas que hablan de normativa y de certificados ISO, pero que en realidad lo que transmiten es no querer cambiar.
La lista es interminable. La causa raíz es la misma.
Todo tiene el mismo origen: anteponer necesidades personales a un bien común. Pensar ante todo en ellos mismos, y enmascararlo con motivos más elevados para no sonar egoístas. Es la trampa del ego, que te sugiere dentro de ti que ante todo debes protegerte tú para sobrevivir.
Con ego puedes conseguir notoriedad, prestigio y dinero. Pero no puedes conseguir la excelencia.
Deja tu ego fuera. Recuerda: cuando abordes una tarea, no se trata de ti.
Imagen bajo licencia Creative Commons. Fuente: Daniel Latorre