Innovación es un término que está de moda. Es raro acudir a un evento, leer un artículo u oír una noticia acerca de empresas, emprendedores o determinados ámbitos de tecnología… y que no aparezca en algún lugar del discurso central.
Y es normal. En un entorno inestable, cada vez más cambiante y dinámico y con un mercado mermado por la recesión económica, la alternativa coherente es aumentar la flexibilidad.
El modelo de empresas de los años 60 deja de ser el ideal y, en su lugar, es necesario mejorar la agilidad y la capacidad de reacción. Permíteme una metáfora: ser sólido y robusto como un rinoceronte inspira autoconfianza y seguridad, pero lo cierto es que quienes están sobreviviendo actualmente son los gatos.
Para asegurar una evolución constante y mantenerse viva, una empresa debe gestionar la innovación. Es a través de innovar como una empresa puede permanecer atenta a lo que le rodea, adaptarse a las maniobras de sus competidores, ajustarse a los cambios y estar constantemente en la mente de sus clientes.
Sin embargo, innovar no es fácil. Cuesta. Molesta. Porque innovar requiere cambiar, y generalmente el ser humano es contrario al mismo por naturaleza (sobre todo, cuando no lo produce activamente).
La innovación requiere gestión y liderazgo:
- Gestión, porque no puede dejarse a un acto espontáneo. Es necesario planificar y estructurar las acciones. Desde la propia vigilancia tecnológica a las revisiones periódicas, hay que administrar el esfuerzo necesario para innovar.
- Liderazgo, porque hace falta mucho más que un cronograma y una lista de pasos. Se requiere incentivar, animar, fomentar, proponer el esfuerzo de las personas implicadas. Y también se necesita detectar los frenos y obstáculos, gestionar a los reticentes, generar expectativas (y cumplirlas),…
Para que la innovación sea realmente efectiva, y no únicamente un término de moda utilizado de manera insustancial, hay que ir más allá de las mejoras superficiales, de objetivos inocuos, de discursos estériles,… Hay que construir, materializar resultados.
Innovar es duro. Cuesta. Duele, porque te exige salirte de tu zona de confort. Y, además, de manera constante. Y, encima, de manera grupal.
Sin embargo, a pesar de los inconvenientes, no hay que dudarlo: es necesario innovar para «mantenerse en forma», de la misma forma que cualquier otro hábito saludable. Porque la innovación es la mejor herramienta para moverse en un entorno tan inestable como el actual y para potenciar la supervivencia de cualquier empresa.
Recuerda: innovar genera resistencia. Es algo normal, porque innovar no es agradable (y no siempre es divertido). Pero no permitas que la opinión de otros te influya más de lo necesario.
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