La verdad es que llevaba bastante tiempo sin publicar nada en el blog, sin más excusa que estar muy centrado en sacarle el máximo partido a la etapa profesional que estoy viviendo en estos momentos.
Pero no quería dejar pasar estas fechas sin escribir esta entrada, por lo significativo que es cumplir 10 años como consultor tecnológico.
En verano del 2005, me encontraba con ganas de realizar un cambio profesional. Mi trabajo me gustaba pero tenía la inquietud de abordar tareas más complejas y vivir experiencias relacionadas con el ámbito empresarial. Y, gracias a una oportunidad en Unisys Consulting, dí el salto y (como se diría en el mundo startup-il) pivoté.
En aquella época nuestro contexto social y el mundo tecnológico eran muy diferentes. Aún no había crisis económica, y la globalización no se percibía de una forma tan cotidiana.
Por refrescar un poco… No existía YouTube tal y como lo conocemos ahora (acababa de nacer y aún no era parte de Google), la mayoría de los blogs se escribían con fines de expresión personal. Era infrecuente ver gente con sus propias webs personales (más allá de una página en Geocities para tratar alguna afición). Facebook aún no se había popularizado y Twitter ni siquiera existía. Simplemente, Internet era muy muy diferente, y nuestros hábitos sociales muy distintos.
Y si levantamos la vista para pensar también en el impacto de los smartphones, en el Internet de las cosas, en las impresoras 3D, en el 4G,… ¡vaya, muchas cosas han cambiado en el panorama tecnológico en estos diez años! Y esto irremediablemente, modifica nuestra forma de disfrutar de nuestro ocio, nuestra forma de aprender, nuestra forma de trabajar y nuestra forma de relacionarnos.
Trabajar durante todo este tiempo como consultor tecnológico ha sido un enorme privilegio, independientemente de la tarea concreta que se ha hecho en cada momento: escribir código, analizar procesos de negocio, formar usuarios, elaborar informes para ejecutivos, migrar datos o dirigir proyectos.
Malcolm Gladwell, en su libro ‘Outliers‘, examina los factores que contribuyen a las personas al éxito y a convertirse en top performers. Entre otros conceptos, Gladwell afirma que se requiere unas 10.000 horas de práctica para alcanzar la maestría en cualquier ámbito. Desconozco si esta teoría es del todo cierta (entre otras cosas, porque he superado esa cantidad de horas en mi trabajo, y personalmente siento que aún me queda mucho camino por recorrer). Pero sí creo que estos diez años de trabajo como consultor me ha permitido aprender numerosas lecciones, muchas profesionales y muchas humanas, fruto de colaborar con decenas de empresas, gerentes, directivos, mozos de almacén, responsables de compras, comerciales y administrativos.
Si tuviera que resumir en sólo diez puntos lo que he aprendido en todo este tiempo, ésta sería mi lista:
1) La profesionalidad es una actitud que nace de uno mismo. Como decía Stephen Covey en su «primer hábito«, «ser proactivo es tomar la responsabilidad«. Me he encontrado con directivos mediocres y con administrativos brillantes, con personal de almacén irresponsable y con gerentes excelentes. Y la diferencia nace de cómo perciben su propio trabajo. No dependes de tu entorno para tener una actitud profesional.
2) El cambio es constante. Dice un amigo mío que «la vida es como caminar: un constante desequilibrio, de un punto al siguiente». Nos encontramos inmersos en un momento de cambio permanente, y allí donde he visto talento, no he visto resistencia al cambio. Y es que los mejores trabajadores están habituados a mejorar de forma permanente.
3) Resultados ante todo. Los profesionales que he visto con mejor rendimiento son aquellos que están enfocados hacia resultados. Pero no se trata de que la manera de hacer las cosas no les importe, sino que son conscientes de que no basta con ir a trabajar. Van a su puesto de trabajo a avanzar, a conseguir éxitos (grandes o pequeños) en forma de pulgadas.
4) Existe una pobre gestión del talento, de manera generalizada y sistemática. Para mí es algo triste que me cueste encontrar sistemas de captación y de retención del talento en las organizaciones. Simplemente, es algo que no está presente. Y no digo sólo que no vea acciones puntuales, sino que no existen planes y estrategias en las organizaciones para traer gente valiosa y retenerla. En mi opinión es uno de los grandes problemas del tejido empresarial actual.
5) Empatía, comunicación y servicio. En estos años he observado cómo personas con gran talento técnico (programadores, contables, administrativos) desmerecen sus propios resultados siendo incapaces de establecer buenas relaciones con compañeros y con clientes, teniendo una mala comunicación (verbal o no verbal) y careciendo de una adecuada actitud de servicio. Es tan importante saber ejecutar una tarea como relacionarse con los demás.
6) Vivimos rodeados de estereotipos, que nos empañan nuestra visión de la realidad. Muchas personas perciben a los consultores como vendehumos sin capacidad técnica, a los project managers como burócratas que no aportan valor, a los empresarios como explotadores de personas o a los vendedores como charlatanes sin escrúpulos. Muchos de estos estereotipos provienen de la cultura popular y, sobre todo, del mundo del cine (gran tergivesador de nuestra realidad). Y, hasta ahora, no recuerdo ni una sola ocasión en la que un estereotipo me haya servido de ayuda. Son etiquetas que ponemos a la gente por una cuestión de comodidad o conveniencia, pero que nos impiden establecer conexiones auténticas con los demás.
7) Deja tu ego en la puerta. Se trata de una frase de Robin Sharma, popularizada en gimnasios y academias de artes marciales. Y, simplemente, funciona. Abandonar el ego es dejar a un lado la necesidad de reconocimiento, de tener razón, de no fallar. Y cuando lo haces, tu rendimiento en el trabajo mejora de forma espectacular.
8) Trabaja en tu ventaja competitiva. Tener algo que te distinga de los demás, aportando un elemento diferenciador, o ser más económico que el resto. Son principios básicos de estrategia empresarial propuestos por Michael Porter. He visto empresas familiares hundirse y cerrar tras décadas de funcionamiento, sólo porque las nuevas generaciones se olvidan de este punto. Y también he visto otras empresas familiares reestructurarse, sobrevivir y aumentar su cifra de ingresos, aplicando el principio de ventaja competitiva.
9) Oriéntate al negocio. Startups desenfocadas construyendo un MVP que no tiene ningún sentido, informáticos absortos y aislados de las necesidades reales de quien le contrata, financieros centrados en sus elaboradas hojas de cálculo Excel y olvidándose de lo que ocurre reamente en sus organizaciones, personal de marketing en sus torres de cristal,… Todos tienen en común tres elementos clave: apenas aportan valor, no lo aportan porque no están orientados con honestidad al negocio en el que están trabajando, y poseen un rendimiento mediocre.
10) Nada reemplaza a hacer focus y trabajar duro. Al cliente, a fin de cuentas, le trae sin cuidado si tienes cuatro másters, si tienes la certificación HJK o si llevas X años de experiencia en una tecnología. Para solucionar problemas, lo que importa realmente es remangarse y trabajar duro, en equipo. Nada más. Nada menos.
Imagen bajo licencia Creative Commons. Fuente: David Tan