Ayer tuve ocasión de asistir al Acto Cultural de Inauguración del Centenario del Colegio La Salle San Ildefonso, al que estuve vinculado de diversas maneras durante varios años.
En dicho acto participó el grupo coral Camerata Lacunensis, con un popurrí en el que sus miembros pudieron hacer gala de su talento vocal.
Sin embargo, lo que más me resultó llamativo de su actuación no fue la gran calidad musical, sino el talante, el estilo con el que actuaron.
Ante todo, todos sus miembros hicieron gala de una absoluta calma interior y serenidad. Desde el primer paso que dieron en el escenario, transmitían como si hubieran estado esperando toda la vida para ese momento. Se percibía disfrute, pero, además, la relajación de sus rostros y en su postura corporal expresaba bienestar, como si no quisieran estar en ningún otro lugar que no fuera ese. A esto se le llama auto-confianza y seguridad en uno mismo, sin más.
Por otro lado, las miradas que se dirigían entre sí los miembros del grupo, durante la actuación, también mostraba el conocimiento de lo que aporta una estrecha colaboración. Todos parecían saber que su voz, sin la de su compañero, no sonaría igual.
No es lo mismo ver un grupo de personas que canta bien, que un equipo que demuestra lo mucho que sus miembros disfrutan actuando juntos…
Sonrisas relajadas que transmitían alegría y serenidad, una sincronización excelente que hacía entrever innumerables horas de trabajo, una actuación exquisita aprovechando el talento de cada integrante, un ambiente calmado y productivo… ¡qué demostración tan gráfica de un excelente trabajo de equipo!
No pude evitar estar durante toda la representación reflexionando intensamente sobre los maravillosos resultados que da a veces un buen liderazgo.