Rosa es de esas personas que te dan la sensación de que emiten luz. Primero, porque iluminan allá donde van. Segundo, porque jurarías que desprende calidez.
Era muy poco frecuente visitarla a su despacho y verla sola. Siempre, siempre había alguien dentro. Ya fuera hablando, exponiendo un problema, comentando un secreto a voces, buscando conjuntamente una solución o compartiendo opiniones… el caso es que muchas veces había que interrumpirla para poder hablar con ella.
No recuerdo ninguna vez en la que fuera a acudir a ella y me hiciera esperar sin un motivo claramente justificado. Con mucha calma y una sonrisa, detenía su conversación actual, te atendía un par de minutos y continuaba… Transmitía disponibilidad.
Como Jefa de Estudios de un centro educativo, era ciertamente comprensible que estuviera siempre ocupada. Lo curioso es que daba la sensación de estar siempre centrada, serena y sonriente. A pesar de ser una persona de complexión pequeña, su mirada denotaba una profunda fortaleza interior.
Una curiosidad que siempre me llamaba la atención de su despacho era un bote de caramelos que tenía sobre su mesa. Eran caramelos algo extravagantes, de color lila, sin envoltorio porque venían en un bote con tapa. Caramelos que algún familiar le traía de fuera cada cierto tiempo, ya que no se consiguen por aquí…
Lo cierto es que esos caramelos tenían un gusto muy bueno. Era muy raro que no fueras a visitarla y no terminaras tomándote uno… Muchas veces directamente llegabas, te sentabas, cogías uno y mientras lo degustabas, empezabas a hablar. Hasta las conversaciones más delicadas perdían parte de su trascendencia o gravedad con el tacto de Rosa y el sabor de esos caramelos.
Y ahora que recuerdo… casi nunca vi a Rosa tomarse uno.
Hoy, varios años más tarde, me he dado cuenta de que los caramelos que Rosa tenía sobre su mesa, en su despacho, no eran para ella misma.
Precioso retrato de una gran mujer. Dos profes adictas a los caramelos de Rosa.
Gracias!
Indivisa manent