100 años de robots

17 ene

En este 2021 se cumplen 100 años de la invención de la palabra «Robot», aparecida en la obra teatral «R. U. R. (Rossum’s Universal Robots)» del checo Karel Čapek.

La obra trata sobre una empresa que construye humanos artificiales para aligerar la carga de trabajo de las personas, una suerte de gólem pero moderno y mecánico, cuya vida surgía de los avances tecnológicos y no de las artes mágicas.

Desde que Čapek acuñó el término, la tecnología ha evolucionado hasta el punto de que la informática es, sin duda, la innovación disruptiva más clara de los últimos 50 años.

El avance de robots ha aumentado enormemente en varias perspectivas que se complementan entre sí:

  • La movilidad motora, permitiendo cada vez más una mayor amplitud de habilidades para realizar movimientos. El último vídeo de Boston Dynamics es un magnífico ejemplo de estos avances.
  • La interacción con el entorno físico, que determina distancias, predice movimientos y evita colisiones. La conducción autónoma es tal vez el mejor ejemplo de cómo los robots cada vez más desarrollan su capacidad de interactuar con la incertidumbre del mundo real.
  • La capacidad de interacción con el ser humano. Hablamos de la posibilidad de interactuar con personas sin utilizar un periférico (que ya va más allá del reconocimiento de voz, gestos y expresiones), hasta el punto de que a veces no resulta fácil diferenciar quién es máquina y quién es humano.
  • El razonamiento cognitivo y la resolución de problemas. La capacidad de establecer mecanismos de cooperación para tareas complejas (como abrir una puerta cuando no tienes manos), o la capacidad de interactuar con otras máquinas más allá de lo inicialmente establecido (desarrollando tu propio idioma, más eficiente y esquivando el control humano).

Estas 4 perspectivas están evolucionando en paralelo, pero cuyos avances creo que pronto podrían generar sinergias multiplicativas. Tal vez pronto podríamos vernos ante un robot con la capacidad de movimiento que muestra Boston Dynamics, que sepa desenvolverse en una acera o una calzada como se mueve un Tesla, que interactúe con otros seres humanos como lo hace Alexa y que resuelva razonamientos abstractos o para los que no había sido inicialmente programado. Y todo eso en un mismo dispositivo.

 

Robots y chatbots

Durante los años 60, 70 y 80 soñábamos con robots en nuestro mundo físico, que interactuaban con nosotros (con cierto aspecto humanoide en muchas de las ocasiones) y con los que éramos capaces de conversar de viva voz como si fuera un ser humano. En ese mismo período de tiempo, sin embargo los avances en la realidad eran mucho más modestos, especialmente en el ámbito industrial. Aún quedaba mucho por hacer.

Sin embargo, un giro interesante que ha ocurrido en los últimos 20 años ha sido que el avance no únicamente se realizó en el plano físico, sino también en el plano virtual. Hablamos de los «robots software» (los bots, vaya), que no dejan de ser aplicaciones informáticas con funciones incorporadas de Inteligencia Artificial, pero a las que curiosamente empezamos a darle una identidad parecida a la que le daríamos a un androide, solo que sin cuerpo físico.

La llegada de bots al mundo empresarial está resultando muy interesante desde la perspectiva de automatización o simplificación de procesos, con el RPA (Robotic Process Automation). El objetivo, de forma similar a otro tipo de avances tecnológicos, es integrar sistemas y eliminar labores repetitivas del personal en cuestiones mecánicas.

Muchos expertos van más allá, y creen que reducir los bots a una mera herramienta para ahorrar costes de personal es una visión miope y cortoplacista, además de que podría entrañar ciertos riesgos de malas prácticas empresariales (como menciona Enrique Dans, un robot de telemarketing no sufre remordimientos por llamar insistentemente al mismo cliente, ni necesita tolerancia a la frustración ni descansos… lo que podría terminar degenerando en que sufras el ataque de todo un Terminator telefónico cuyo objetivo es que le compres su servicio de conexión a Internet con fibra óptica). Tal vez estemos, una vez más, con el desafío de intentar elevar la mirada, y plantear estos avances para lograr la diferenciación de nuestro negocio, e impulsar la calidad de atención al cliente en lugar de simplemente ahorrar costes.

Los chatbots están teniendo avances interesantes y muy oportunos, en un momento en el que los seres humanos hemos desarrollado el hábito de hacer consultas y compras a través de Internet, por encima de acudir a la tienda. De esta forma, las organizaciones que atienden al público y que deseen realizar un buen asesoramiento y atención al cliente pueden verse muy pronto obligadas a replantearse cómo distribuyen sus esfuerzos para esta tarea, si cada vez más personas utilizan su móvil para informarse de los productos en lugar de acudir físicamente a los establecimientos.

 

Avances inquietantes

La evolución futura de los chatbots resulta a la par interesante y preocupante, gracias a los impulsos del cloud computing y la inteligencia artificial. Recientemente, Microsoft ha solicitado patentar algunas de sus ideas para crear bots que representen personas específicas, lo que sugiere que en un futuro puedas chatear con un familiar fallecido. Una idea al más puro estilo de obras de ficción como Black Mirror, Upload o Transcendence.  

Se trata de ideas que nos pueden producir cierta reacción adversa, de forma similar a cuando Google presentó hace dos años la capacidad de su asistente para tener conversaciones reales con personas para agendar una cita en una peluquería, sin que el ser humano pudiera reconocer que hablaba con una máquina (un evento que haría aplaudir a Alan Turing). Se trata del valle inquietante, un término científico que viene a decir que ver robots casi reales en series como Westworld resulta muy entretenido, pero si que no se trata de una ficción y lo ves en el mundo real, tu reacción no sería muy diferente a la de ver un zombi: tu cerebro ve al mismo tiempo algo que parece vivo pero que sabe que no lo está, y nos protege psicológicamente con un potente rechazo mental.

Lo cierto es que hoy en día una gran cantidad de personas disponen de un robot en casa, ya sea en forma de un dispositivo para ayudar a limpiar su hogar o bien un asistente al que pedirle una infinidad de cuestiones. Y la aparición de noticias sobre brechas de seguridad y el cuestionamiento de la privacidad de tu hogar con dispositivos que están siempre escuchando (y reportando) lo que dices, no consigue frenar su adopción. De hecho, el avance es tan incuestionable que incluso nuestras normativas de protección de datos personales deben adaptarse para contemplar el uso que se les da a nuestra información personal por parte de la Inteligencia Artificial.

 

Los robots y tu puesto de trabajo

Ya hemos mencionado en otras ocasiones el enorme impacto que tienen los avances de hardware y software en nuestro mercado laboral. La implantación de automatización a través de dispositivos físicos (robots, entre ellos) y herramientas software (bots incluidos) será una pieza clave de la transformación digital de las compañías en los próximos diez años.

Considerando este nivel de avances, me viene a la mente el consejo de Raimón Samsó en su libro «El código del dinero»: evita dedicarte a algo que puede hacer una máquina. Es decir, intenta que el aspecto central de tu trabajo no se componga de tareas automatizables, por muy difícil que pueda parecer que en un futuro pueda ser realizado por un mecanismo autónomo. En cambio, trata de lograr tener funciones altamente complejas, que requieren de mucha capacidad de razonamiento cognitivo y que sufren de elevada incertidumbre.

Recuerdo hace diez años que cuando impartía cursos de desarrollo profesional en el ámbito universitario ponía una imagen similar a la siguiente:

Cuando preguntaba quién de los presentes querría trabajar de telefonista, nadie levantaba la mano. Al indagar por qué, el alumnado se extrañaba al tener que explicarme que hoy en día es un trabajo sin ningún tipo de recorrido. Evidentamente, eso me daba la oportunidad de tratar este tema en detalle y -a partir de esta imagen simbólica- animarles a plantearse desarrollos profesionales que tengan perspectiva de no ser fácilmente sustituibles. Hoy en día, diez años más tarde, me pregunto si en lugar de poner esa imagen podría ir poniendo otras fotos como trabajos de atención telefónica a clientes, cajero de supermercado o conductores de mercancías… 

Este enorme cambio que ya está produciéndose ha generado una explosión de ideas, reflexiones e iniciativas, desde las redefiniciones de los perfiles profesionales (donde parece que los conocimientos de machine learning será el nuevo «conocimiento en Excel» en los CV)  a los planteamientos de que el uso de robots debería conllevar carga fiscal como si los robots debieran cotizar a la Seguridad Social y apoyar en la creación de la renta básica universal.

Parece que estos 100 años desde la creación del término «robot» han dado para mucho. Y también parece que esto no ha hecho más que empezar…

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