7. Comenzar con ayuda
Es sorprendente la cantidad de tiempo y energía que uno puede ahorrarse con un buen profesor. Es cierto que el hábito de ser autodidáctica es muy importante, y que incluso los amigos también pueden guiarte en un principio, pero no es comparable al servicio de un buen profesional.
Pensemos en nuestro trabajo, en nuestro día a día. ¿Crees que alguien recién llegado puede hacerlo igual que tú? Si es así, o acabas de incorporarte en tu puesto laboral, o tienes un serio problema de autoestima. Por supuesto que no puede. Desde saber dónde está cada cosa y quién es quién en tu empresa, hasta conocer cuáles son nuestras fortalezas y qué aspectos hay que prevenir para evitar problemas. Hay muchos detalles importantes a tener en cuenta para maximizar la producción y preveer los conflictos. En definitiva, hay un conjunto de ideas sobre ese ámbito en particular, que conforman el conocimiento aplicado sobre esa materia.
Pensar que la mejor forma de dominar el snowboard es ponerte una tabla y tirarte repetidamente colina abajo, es sobreestimar nuestra capacidad de aprendizaje e infravalorar el trabajo de otros. Por supuesto que uno puede aprender sólo, pero resulta mucho más efectivo ahorrar las primeras docenas de caídas a través de la transmisión de conocimiento de otra persona.
Para aprender a leer podíamos haber aplicado técnicas de ensayo y error, pero resultaba mucho más práctico ir a la escuela.
Convertirse en un buen profesional, sea el ámbito que sea, requiere mucho esfuerzo, dedicación, perseverancia y actitud. Es necesario equivocarse mucho hasta empezar a recibir los primeros éxitos. En ese largo camino, es preferible comenzar recibiendo la guía de otra persona, recogiendo el conocimiento de quienes nos han precedido como referencia. Coaching o mentoring son ejemplos concretos de cómo ese tipo de preparación puede sistematizarse para conseguir óptimos resultados.
8. Mantén la actitud en alza
A medida que van desarrollándose los días, las caídas se acumulan en el cuerpo, el frío va haciendo mella en el espíritu y surge la fatiga, nuestra actitud inicialmente positiva puede mermarse.
Y es entonces cuando surge la incomodidad, dejamos de estar a gusto con lo que hacemos, pensamos en lo bien que podríamos estar en cualquier otro lugar, abandonamos nuestros objetivos del principio y dejamos de disfrutar del momento.
Eso ocurre porque lo externo empieza a afectar lo interno de manera negativa. Lo externo son las caídas, el frío, la percepción de los demás,… Lo interno es la propia imagen, el nivel de pensamiento, la satisfacción basada en el esfuerzo,…
Existen diversos factores que producen que lo externo empieza a afectar lo interno de manera negativa, pero destacan sobre todo la falta de perseverancia y el agotamiento. Y sólo hay un motivo fundamental: porque lo permitimos.
No es tan importante la realidad en sí, como nuestra percepción de la realidad. Como suele decirse, no es tan importante cómo esté el vaso de lleno, sino cómo lo veamos. Un grupo de personas lo ven medio lleno, y otras lo ven medio vacío. Pero lo cierto es que el vaso está igual de lleno para todos.
Únicamente a través de la perseverancia, mantener el fin en la mente y unos principios sólidos, es como podemos mantener la sonrisa a pesar de la adversidad.
Evita las preocupaciones innecesarias.
Recuerda disfrutar del recorrido a pesar de la fatiga.
Si consigues esto, serás imparable, porque nada podrá quebrantar tu ánimo.